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Úbeda

Juan Pasquau Guerrero en su despacho


Juan Pasquau Guerrero

 

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Juan Pasquau Guerrero

  

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HAY QUE CUBICAR EL TIEMPO

A.

en Polvo Iluminado [Gráficas Bellón] . Úbeda, 1948


        

Las doce campanadas de la Nochevieja suenan a taponazos. Un año que se descorcha. Un año lacrado, como una botella inédita que de repente, empieza a hervir en espuma de juventud. ¿Que primera copa puede no gustar? Empezar el año es como beber la primera copa. Todos recibimos alborozados este champaña nuevo que de las bodegas de la eternidad ha pasado a actualizarse, a enmarcarse, a enumerarse con el marchamo de unas cifras. Un año, ¿no es una «botella de tiempo»?

...Luego, claro, al fin, este tiempo recién descorchado será lo mismo que los demás. Este vino, escanciado entre brindis y aplausos, que hoy alegra la mesa, yacerá mañana, probablemente, en el no apurado fondo de cualquier vaso olvidado; vino repudiado y triste en el que nada, a lo mejor, una mosca ahogada, y que, lejos de su prístina hora espumosa, morirá vergonzosamente en el fregadero. También el año desconocido que va a nacer pujante ¿se desmayará, a se agriará, o se malversará? ¡Oh, ese tiempo que nadie aprovecha como esos cortadillos de vino que nadie apura! Para aprovechar el tiempo hay que cogerlo con gana. Triste sino, este del vino del fondo de las botellas, que llega a la hora de nona, cuando ya la euforia tramonta y al mediodía del optimismo sucede el crepúsculo de la angustia y del mal sabor... Hay momentos en que tiramos el tiempo al fregadero, como si fuera un vino trasnochado, ¡después de tanto decir que «el tiempo es oro»! Sólo aprovechan las primeras copas... ¿nada más es útil el tiempo de la juventud?...

La Noche vieja nos impone la meditación de tiempo. ¿Qué es el tiempo? Descartes dice que el tiempo es la extensión de nuestra alma. Pero más que la metafísica del tiempo debe importarnos la moral del tiempo.

Nos lamentamos de que el tiempo corre, de que el tiempo vuela. Es que, en la mayoría de los casos, del tiempo no vemos sino una sola dimensión: la longitud. Y así, vivir tiempo largo es lo que interesa. Pero ¿no es posible un tiempo de dos dimensiones? Se habla de que el tiempo es largo o de que es corto. ¿No podrá hablarse, igualmente, de un tiempo ancho o de un tiempo estrecho? Y, ¿será un disparate concebir un tiempo profundo, un tiempo espeso?

Ya Unamuno buscaba cubicar el tiempo, para dar capacidad a sus horas. Porque es posible la latitud y es posible la profundidad en el tiempo, cuando nuestra alma, en activo, sabe transformar en cuadrícula la «línea» continua de una hora. Todo el presente no será luego pasado, no será vacío, si sabemos dar un sentido «de anchura» a cada minuto que transcurra. Encerrar cada actividad nuestra en una hora determinada, como en una cuadrícula: he aquí la solución. O mejor, hacer de cada hora una habitación. Pero no dejar nuestro tiempo libre, a la interperie, en sola dimensión longitudinal, abierto a todos los vientos del aburrimiento. «Llenar» el tiempo de actividades, pero no «derramar» pereza sobre el tiempo.

¿Que el tiempo es corto? Bien, pero en una hora podemos edificar mucha vida si nos acostumbramos a levantar pensamientos —o acciones— de muchos pisos huyendo de esas «ideas de planta baja» que no caben porque no saben elevarse. El tiempo, como el espacio, puede ganarse con un poco de ambición vertical.

Para todos tiene el tiempo la misma longitud. Pero la latitud y la profundidad del tiempo de cada uno, son de arbitrio libre. Y nuestra vida será vacía, si al fin, nuestro tiempo solo ha sabido ser largo.

Al llegar el año nuevo sentimos la nostalgia de las botellas vacías. Este año que finiquita, ¿es algo más que una botella vacía? ¿no seremos otra cosa que allegadores de botellas vacías? Vivir cincuenta, sesenta, setenta años y al cabo morir. Descorchar cincuenta, sesenta setenta «botellas» de tiempo... y al cabo morir.

Pero no; ganemos altura, ya que no longitud a nuestras horas. Contando con que la «altura del tiempo» no es cuestión de metafísica sino como ya hemos dicho, de moral. Todo está en querer...

Hay horas de una, de dos y de tres dimensiones. Echemos mano, a modo de coda, de los ejemplos.

Una hora en el café: una hora en una sola dimensión. Una hora de estudio: hora de dos dimensiones. Una hora de trabajo creador, o de meditación, o de oración: hora de tres dimensiones. Al fin y al cabo es necesario que haya, en la vida particular de cada uno, horas de las tres clases. Pero si no es posible que todas las horas sean profundas, que no sea lícito, para nadie, que todas sus horas sean longitudinales, nada más que longitudinales.

Sólo así seremos algo más que allegadores de botellas vacías.